martes, 17 de julio de 2007

Poesía XVII

 

Con trocitos de piano y música clásica

 

Aquí, en donde reside el recuerdo amarillento del paño de los martillos acariciando las cuerdas del piano

las yemas huérfanas escuchan impotentes las notas que nunca más hicieron danzar.

 

Tristeza de perversiones ajenas, dolor con anestesia que el tiempo maquilla de época pasada.

 

Olor a color violáceo de flores de paraísos,

luces de sol colándose entre el puro cielo y el verde hoja de calle de barrio.

Gestos adustos y absurdos de adultos infelices durmiendo en el pasado.

Alegría del niño acosada por el índice, reprimida por un puño, ignorada sordamente.

 

Que horribles formas toma el amor sin libertad.

 

En los días que el camino se oscurece hasta la muerte

la música que resuena en el alma dibuja siluetas con acuarelas de la mente.

Todo vive adentro del cuerpo, todo lo frío descansa en su intención aprisionante;

 

Aquel color de los huesos, el del primer llanto, invade la ilusión y calma.

 

En este tiempo que existe por presente y sentible,

lo que en otro vivió en mí habla a través de mis venas.

Como un sabio inexistente, el espíritu de mi ideal susurra tranquilamente,

me recuerda lo que siempre supe, señala el sentido y sonríe.

 

La angustia de estar perdido se transforma en angustia de saber

cuando en un recodo del camino la bondad de la naturaleza se hace presente

y en ese rincón del tiempo en el que las cosas no caducan

la lucha de lo inmediato deja paso al vuelo de la existencia.

 

Ver es cruel y dulce a la vez; y es cierto aunque duela.

 

...sonríe así mi alma junto a lo trascendente,

se libera de la prisión que construyo sin su ayuda,

se desplaza por los siglos mirándome otra vez, paciente,

aguardando a que su sentido sea el mío,

a que la duda, el miedo, la ilusión y la certeza

se integren en mí

y me lleven a mi fin.

 

Pablo Rego - ©2007

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