sábado, 29 de mayo de 2010

Poesía XLIV


  


Ensueño de luz.


 


Tímidos susurros de un no sé qué se olvida de sí,


de un canto a la vida que se canta a sí mismo en la luna nueva.


 


Estrellitas de flamas pequeñas, de luces calientes, fulgor del vacío,


canciones de todos que se han compartido en diferentes eras,


inundan ardientes  colores bronceados de luces de velas,


florido el suelo, invisible afuera, sabrosa sustancia, real y preciosa.


 


Descienden a esta efímera presencia los dioses sonrientes,


porque quieren ser bien recibidos jugando a la danza,


danzando al presente, volando sin anclas,


sonriendo a las manos abiertas, que luzcan teñidas


de corazón sensible, de amor sin receta, del todo y la nada.


 


Porque yo soy todos,


porque el universo no habla sin que nadie escuche;


cuando los estados incondicionados emergen del fondo de los corazones


se escucha la música que está en todas partes,


se estremece el alma, se expanden los cuerpos, se ordenan los cielos…


 


La mar está en calma mirando la noche,


el tiempo se ha ido, se volvió infinito,


el mundo se aquieta y brillan los ojos,


las olas son manos, son cuerpos, son vida,


y todo se enciende en los corazones,


se encienden las bocas, los labios, las risas…


 


Luz de horizonte cercano.


Un mañana de amanecer silencioso


Ilumina el mundo,


calienta las almas…


 


 Pablo Rego - ©2010