jueves, 10 de enero de 2013

Poesía XLIX


Abismal y eterno

Densificarse hacia el pozo de las cosas,
el abismo que crece al crecer uno
se transforma en la distancia del descenso al parecer infinito.

El ser etéreo, invisible y eterno,
su cuerpo-nave, su visión clara,
se purifica con la ausencia de los muros de la mente.

Imágenes, deseos, estructuras que se arman por sí solas
mientras el cuerpo se comprime, la distracción hace estragos,
la ilusión adormece y domina y la luz se apaga, lentamente…

Movimiento voluntario hacia el adentro, hacia la cumbre sutil.
A cada instante estar, en cada canción danzar, en cada beso amar,
tomando el sol por el alma, volviendo a él reconfortado.

Imperceptible movimiento hacia el afuera, fuerte debilidad,
de olvido de lo recordado, la ignorancia de lo sabido,
rasgando la materia hasta llegar a la nada que detrás se esconde.

Desde la luz, la que dice, el amor, la fuente que emana alegría,
está todo siempre, estaré y estarás también amor,
liviano, libre, poderoso, total y completo.

El cuerpo, con su mente ciega y abrumadora, con su deseo inhibitorio,
con su sed de cosas, con su necesidad de quedarse, en y con.
Todo es efímero, encierro, tenue mueca de la gloria.

Se cae y se sale, humanamente.
La fe en el poder del silencio, en el amor, en el amado y el amante que vuela,
la alegría, la paz que es en el cuerpo sutil, transparente de sentidos y sentires.

Se aprende a quedarse en el sitio donde la luz está presente,
en el presente luminoso del ser que sabe, que sé, que sabemos,
una y mil veces verá, veré, verán los dibujos de elipses siderales…

Aquí es, sin dudas, el sitio donde estar,
aún cayendo, aún fluyendo, amor al ser y a los seres,
certeza intuitiva que hace eones mira paciente mi experiencia,
y me señala el camino y me acompaña compasiva… otra vez, vuelvo…

 Pablo Rego © 2013