Llego a buscarme porque siempre está presente lo
infinito,
porque estaba, en mi ausencia, olvido o retorno, en el
tuyo, en el nuestro.
Las vorágines de los hechos, las emociones, la influencia
de los astros.
Los planos del tiempo se deforman porque viene una curva
en la trama,
porque un nudo concentra la energía, porque el universo
respira y le toca exhalar.
La letra que enciende la acción de la voz que se nutre,
silenciosa, poderosa,
murmurando en silencio al oído invisible, cambiando
caminos por laberintos,
sonrisas por reclamos, abrazos por empujones… acaba en suspiros.
Detrás del cristal opacado, el sol espera a ser
descubierto, otra vez.
Cuando las nubes se mueven el cielo está, en sus lapsos
tan extensos.
La experiencia va tallando el cuerpo, las gotas, los
hilos de la magia,
el corazón aprende, la piel recuerda, los ojos buscan
demasiado,
la mente devora, cada rayo, cada onda, cada impulso hasta
el olvido.
El vómito desaforado de palabras anarquistas golpea
contra los muros,
mil acciones no evitan que su fuerza lo arrase todo,
transformando el instante.
Es un mar deforme y sin sentido el campo de luz a la
deriva,
las fuerzas de los astros nos arrastran o nos elevan,
pero vienen a recordar
que somos todo en la unidad y que en el yo somos simples
moléculas en orfandad.
Un recuerdo, la confianza, muchos días de subir esa
montaña
para llegar a la cima y ver del otro lado la misma
infinitud eternamente.
Esperar a que pase la tormenta, debajo del sauce, a
orillas del río,
sembrando, cantando, durmiendo, dejando que el tiempo se
vuelva liviano,
buscando este vuelo de letras paridas en el espacio sin
límite de la consciencia.
Sé que estás. No necesito escucharte, ni explicarte, ni
creer.
Es más simple. Cada vez. El amor crece más allá, aún, de
las emociones.
Pablo Rego ©2014
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