El tiempo infante de mi cuerpo inquieto
es un pequeño suspiro ante lo eterno del
amor.
Por la distancia, por que mis brazos no
te abrazan,
aunque pueda verte luego y estalle la alegría.
Aunque mi consciencia traiga el mensaje
del origen
el aroma de tu cuerpo, tu presencia, las
caricias en presente,
tu mirada, las sonrisas y el silencio
compartido
conmueven a mis células que te buscan,
una a una,
cuando la materia deja un hueco en la
distancia.
Aunque estás,
aunque sé que una brisa de luz nos
acompaña,
que el destino escribió para nosotros El
libro de la luz extraordinaria,
que nuestro camino es uno,
el perfecto encuentro de nuestras almas
me recuerda día a día que es así.
Un sutil resplandor contemplativo,
infinito y trascendente de todo lo que es.
La inteligencia de los sentimientos sin
fronteras,
geometrías que se forman y se conforman
en olas coincidentes y hermosas del mar
que nos acoge.
Las manos no entienden de lo inmenso,
mis ojos viven cuando pueden verte de
cerca o de lejos,
toda mi piel sabe que la cercanía nutre,
sana y comunica,
y mi pecho que el calor del tuyo
completa su universo.
Te extraño, un segundo y días,
cuando el reloj de la materia tarda un
siglo en contar una semana,
quiero darte el beso de regreso
cuando crece entre nosotros la
distancia,
cuando el ínfimo momento que percibo se
hace eterno
deseando que el amor completo brille
ahora
y todo el tiempo .
Pablo Rego © 2013
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