Gracias por todo, adiós, muy buenas.
Es la frase que se impone entre mi andar y otros destinos,
es lo que me dice el amor al oído cuando me recuesto
en las nubes de un prado de silencio imposible de tocar,
mientras te deshaces por tenerme, por llegar, por encontrarme,
sin hallar la puerta para elevarte y echarte a mi lado.
No quiero juicio, ni premios, ni aprobación, ni castigo;
no quiero porque, ni acuerdos, ni mañana;
no quiero matar con las palabras ese cielo que me acoge,
que sostiene mi cuerpo sobre las líneas del tránsito liviano.
Ahí estoy otra vez, charlando con la muerte,
del lado oscuro del corazón,
sintiéndome de nuevo el trágico poeta,
guiñándole mi ojo a Romeo, a Alfonsina, a Alejandra,
escribiendo en las paredes con la mierda del sistema,
mirando calaveras que me hablan de otra cosa,
que pretenden ignorar su hueso, su fondo manifiesto.
No lo creo. No lo siento. Eso es todo.
Pablo Rego - ©2007
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