Abismal y eterno
Densificarse hacia el pozo de las cosas,
el abismo que crece al crecer uno
se transforma en la distancia del descenso al parecer
infinito.
El ser etéreo, invisible y eterno,
su cuerpo-nave, su visión clara,
se purifica con la ausencia de los muros de la mente.
Imágenes, deseos, estructuras que se arman por sí solas
mientras el cuerpo se comprime, la distracción hace
estragos,
la ilusión adormece y domina y la luz se apaga,
lentamente…
Movimiento voluntario hacia el adentro, hacia la cumbre
sutil.
A cada instante estar, en cada canción danzar, en cada
beso amar,
tomando el sol por el alma, volviendo a él reconfortado.
Imperceptible movimiento hacia el afuera, fuerte
debilidad,
de olvido de lo recordado, la ignorancia de lo sabido,
rasgando la materia hasta llegar a la nada que detrás se
esconde.
Desde la luz, la que dice, el amor, la fuente que emana
alegría,
está todo siempre, estaré y estarás también amor,
liviano, libre, poderoso, total y completo.
El cuerpo, con su mente ciega y abrumadora, con su deseo
inhibitorio,
con su sed de cosas, con su necesidad de quedarse, en y
con.
Todo es efímero, encierro, tenue mueca de la gloria.
Se cae y se sale, humanamente.
La fe en el poder del silencio, en el amor, en el amado y
el amante que vuela,
la alegría, la paz que es en el cuerpo sutil,
transparente de sentidos y sentires.
Se aprende a quedarse en el sitio donde la luz está
presente,
en el presente luminoso del ser que sabe, que sé, que
sabemos,
una y mil veces verá, veré, verán los dibujos de elipses
siderales…
Aquí es, sin dudas, el sitio donde estar,
aún cayendo, aún fluyendo, amor al ser y a los seres,
certeza intuitiva que hace eones mira paciente mi
experiencia,
y me señala el camino y me acompaña compasiva… otra vez,
vuelvo…
Pablo Rego © 2013
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