Una sensación reconocida, aires, libres.
Partes de un solo ser que estaban diseminadas por quién
sabe cuántos mundos
se atraen como gotas de mercurio que quieren volver a ser
un mismo cuerpo.
Un andar hacia atrás, pero para adelante.
Conectándose los ciclos, como hilos que atraviesan agujeros
invisibles,
van creando tramas de luz que suenan a vida, a verdad, a
puertas abiertas.
La alegría de estar otra vez en casa.
Una y otra vez, la aventura no está afuera, en un salto
inmaterial del corazón,
un soplo de estrellas que acarician la espalda creando
magia en un interior perruno.
Una energía hija de la proyección del ser humano.
Pensamos perro, pensamos amor, amigo, fidelidad, honestidad,
un mundo que se torna de los justos y que justamente
acaricia el lomo en lugar de golpearlo.
Un perro-humano, es recuerdo de miles de años.
La inspiración de grandes hombres trasciende a los
pequeños dueños de la nueva China;
Un mensaje que bajó de las estrellas y viajó por nuestras
almas desde entonces.
Recuerdo que soy lo que el perro representa.
Es el tiempo de reciclar y revivir aquella integridad que
en cada ciclo se representa;
un andar confiado, dejando que la suma sume, que la
jauría cambie un poco el presente.
Somos muchos perros chinos.
Una masa que encarna un sentimiento que reconocemos en la
esencia.
Se abre la experiencia a todos, se abre nuevamente la
puerta a la mágica dimensión.
Pablo Rego ©2018
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