Abrí mis
ojos y recordé el día que abrí mis ojos,
una
tormenta de oscuridad llevaba a mi nave existencial
en direcciones
y sentidos caóticos e ignorados.
Recordé
la luz emergiendo tímida desde alguna parte mía que aún desconocía,
el paisaje
repleto de contrastes en el que iba discurriendo;
dando tumbos
mi corazón saltaba en mi pecho.
Cuando
pude Ver, un pequeño guijarro de voluntad comenzó a girar sobre sí mismo,
destelló
un reflejo y un estado que detuvo las tormentas fuertes,
y nació
así un nuevo rincón de poder en el Universo.
Ese
pulsar de luz creó un nuevo ambiente en el que reciclar los dolores y los
temores,
una plataforma
para aprender a volar
y el
tiempo lo hizo hábito, verdadero y natural.
La fuente
de la luz existe en un estado.
Un mundo
en expansión puede crearse de una idea,
el
propio centro de gravedad puede aprenderse y ser cuidado como un luminoso
jardín.
Gira el
espiral de los séculos de las vidas
y la
brisa que nos impulsa al caos permanece latente y presente
recordándonos
nuestras misiones y la existencia de los opuestos.
Emerger
de la oscuridad hacia la luz es natural,
encontrar
el camino es parte del desafío que desconocemos,
hallar el
estado de gracia en el que expandir el alma es un milagro inevitable.
En
tiempos de pruebas inimaginadas
en donde
las tormentas de la oscuridad arrasan los sueños de las masas,
perderse
de la fuente de la luz es volver a recordar…
Recordar
que una vez abrí mis ojos,
que el
centro de mi propia gravedad es relativo para el resto,
pero vital
para andar por mi camino en este ciclo existencial.
Recorrer
la vuelta grande,
la que
alguna vez fue parte de un rumbo perdido,
ese que
ahora es también recuerdo, pero que sigue vivo y me llama
a mantener
mis ojos cada vez más abiertos y a mi Ser consciente, en la luz.
Pablo Rego ©2018
Pablo Rego ©2018
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